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El coronel Marcelo Buendía

         La relectura de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, me trajo consigo, entre muchos otros pensamientos, la sensación de que ese viejo coronel, tozudo y solitario, llamado Aureliano Buendía, vivía en nuestro tiempo reencarnado en el entrenador del Athlétic, Marcelo Bielsa.

         Aureliano Buendía, Quijote caribeño, es el primer personaje que nace en Macondo (pueblo fundado por su padre), y el que sufre con más fuerza los azotes de la soledad. Su temperamento implacable y una fuerza de voluntad arrolladora le llevaron a combatir durante veinte largos años en guerras que de antemano sabía que serían casi imposibles de ganar.

         Una conversación con su compañero de batallas, el coronel Gerineldo Márquez nos da una idea de la personalidad de Aureliano:

«Apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo. -Eso es malo (dijo el coronel Gerineldo Márquez). -Naturalmente -dijo-. Pero en todo caso, es mejor eso, que no saber por qué se pelea. O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie.»

        Las contiendas armadas hicieron mella en el coronel Aureliano Buendía que durante su vejez pierde toda capacidad de emoción y de memoria, dedicando su tiempo  a elaborar pescaditos de oro, en su antiguo taller de platería, que luego fundía para volverlos a hacer de nuevo. Los fabricaba ensimismado, poniendo todos sus sentidos en dicha labor, perfilando con gran sutileza las escamas e incrustando rubies que hacían de ojos.

      Esta maniática tarea le mantenía encerrado en si mismo y aislado del mundo exterior (que trató de cambiar, aparentemente sin éxito, en el campo de batalla). Finalmente, muere en la plaza de Macondo bajo el centenario castaño, con la cabeza entre los hombros como un polluelo, recordando aquel circo de gitanos al cual su padre le llevó de pequeño para que pudiera contemplar el maravilloso invento del hielo.

      Marcelo Bielsa, rosarino (es decir, dos veces argentino), ejerce su vocación de entrenador con el mismo entusiasmo con el que el coronel Aureliano Buendía se alzaba en armas en son de la libertad o en el perfeccionamiento de sus pescaditos de oro. Marcelo vive para al fútbol al igual que el Coronel vivió para la guerra.

    Los sucesos acontecidos a consecuencia de las obras en los campos de entrenamiento de Lezama no son más que la exteriorización de la voluntad de Marcelo de luchar por un objetivo, por una familia, la rojiblanca. Y la autodenuncia de sus actos ante la autoridad demuestra su nobleza y su no adhesión a la teoría (tan extendida hoy en día) de que el fin justifica los medios.

    Para Marcelo los medios con los que el fin se consigue son lo que realmente dota de valor a los actos de las personas. El cómo siempre por encima de la teoría finalista.

      La pasada temporada con el Athlétic consiguió enamorar al mundo futbolístico con un juego en el que todos los partidos se intentaba acariciar al balón en cualquier posición del campo. Sus jóvenes soldados rendían culto al esférico y hacían que el aficionado saliera del campo satisfecho de haber pagado la entrada. Se cambió la forma de jugar al fútbol que en los últimos años se había implantado en San Mamés y se demostró que otro tipo de juego era posible.

       El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Marcelo Bielsa perdió dos finales la pasada temporada y seguirá limando sus armas, las mismas, a las que no renunciará nunca, para devolver el cariño que la afición bilbaina le ha dado.

        No sé si la próxima campaña Marcelo logrará ganar algún título, lo que sí sé, es que si lo hace, fundirá la copa y elaborará con ella pescaditos, que volverá a fundir de nuevo. Y todo ello en la más profunda soledad, la soledad de los malditos soñadores.

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