LAS REGLAS DEL OLVIDO, de Isabel Garzo

“Sin duda hay cosas que merecen ser guardadas en una caja de madera, pero, ¿quién pone las reglas?”

En su primera novela (segunda obra, la anterior es Cuenta hasta diez, Incógnita Editores), Las reglas del olvido (editorial LoQueNoExiste), la escritora madrileña Isabel Garzo pretende mostrarnos lo importante que es ser dueños de nosotros mismos, sin sujeción alguna que lastre nuestra libertad a la hora de tomar las decisiones que la vida obliga a encarar. Nada más y nada menos. Y lo hace sin ningún tipo de presuntuosidad, ofreciéndonos las pistas, los detalles, los pequeños objetos que de una forma u otra llevan escondida la respuesta a nuestras preguntas vitales más frecuentes.

Inés, las protagonista de la historia, sufre un accidente en el cual pierde la memoria y con ella su pasado. Al despertar del coma, todas aquellas personas que formaron parte de su vida anterior pasan a ser irreconocibles a sus ojos. Se produce entonces un doble acontecimiento: la muerte de la Inés 1 y el nacimiento de una nueva Inés (2).

A partir de ese instante, Inés tendrá que decidir si sigue las huellas del pasado que la llevan a reconstruir de las ruinas la memoria muerta o construir un futuro a partir de las sensaciones, sentimientos y preferencias de la nueva Inés. Es aquí donde la opción de ser valiente y escoger la vida que uno quiere vivir entrará en lucha contra el gran imán del pasado que pretenderá atraer a Inés de nuevo hacia el interior de la caja de madera. Quedan pues dos opciones, ser una esclava voluntaria de lo que las personas que la rodean le hacen ver (a veces engañosamente) que fue su vida o decidir aventurarse a conocerse a sí misma y buscar fuera de la caja de madera a la verdadera Inés. Aquí una muestra de las dudas que azotan a la joven:

“Cada día me hago la misma pregunta: no sé si concentrarme en buscar motivos que den sentido a cada una de las decisiones que tomé, que me hagan estar a gusto con ellas; o por el contrario empezar desde cero y construir nuevas conexiones que me lleven a elegir caminos nuevos.»

La autora teje cuidadosamente una trama en la cual Inés dará prevalencia a lo que los objetos le transmiten antes de a lo que las personas le cuentan, para, en base a ello, intentar vislumbrar su verdadera esencia. No obstante hay cosas como el arte que son eternas, no se olvidan nunca y la nueva Inés es capaz de deslizar los dedos sobre las teclas del piano tan bien como lo hacía la anterior Inés:

“Un rato después, las yemas de mis dedos transmitieron mi desasosiego al piano que, paciente, recogió mis dudas y prometió guardarlas en su caja y seguir acariciándome por dentro hasta que mi piel se erizara y me sintiera mejor.”
“…convencidos de que mis ideas previas sobre el arte tenían que seguir de dentro de mí de alguna forma y de que esas palabras estaban en última instancia influidas por la esencia de lo que yo había aprendido en todo ese tiempo, por la parte más bella y eterna del arte, que es la que permanece en el subconsciente”.

plato

Es esto, la esencia de las cosas: del arte, de una mirada, de un objeto (como por ejemplo un plato de vidrio verde de esos antiguos e irrompibles, que la memoria de Inés salvó de la hoguera de la amnesia, tan perdurables como la parte más pura de la memoria) la que va a guiar a nuestra protagonista a la hora de tirar por la borda todos aquellos fantasmas que la persiguen e intentan evitar que la nave de su nueva vida despegue:

“El sentido de la responsabilidad y el orgullo nos hacen irracionalmente fieles a nuestras propias decisiones y experiencias. Ahora que te han quitado esas referencias, es normal que las conclusiones a las que llegas no sean las mismas.”

Y cómo no, los besos, porque…

“Los besos, descubrí, saben cosas que nosotros no sabemos. Puedes desear a alguien con la cabeza, puedes tener dudas o creer tenerlo todo claro, pero son los besos los que transportan la verdad. Puedes negarte a ti mismo que deseas a alguien, pero solo hasta que vuestros labios se juntan.
O puedes intentar convencerte de que le quieres hasta que descubres que tus besos con esa persona están vacíos, que no te dicen nada. Los besos transportan la verdad siempre. Y, mientras lo besaba a por primera vez, esos besos me contaron que no eran los primeros, me hablaron de todos los que hubo antes y de la razón de su existencia en ese mismo instante, en ese sofá; pero me hablaron también, con determinación, de los besos que no vendrían, de los que tenían que ser luego”.

Y todo este camino en búsqueda del Yo verdadero deberá recorrerlo en la más profunda soledad, ya que:

“El hecho de tomar conciencia de mí misma primaba por encima de cualquier otra necesidad” y “Ante los grandes horrores y las grandes verdades, todos estamos solos, aunque estamos tan cerca que nos asfixiemos”.

IMG_20130429_235722(Ilustración de la portada del libro: Conrad Roset)

Es entonces cuando la amnesia de Inés se convierte en la excusa perfecta para comenzar de (casi) cero y para ser ella misma la que imponga las reglas de su presente.

Isabel Garzo tiene la habilidad de retenerte en la lectura, de atraparte en la historia, de hacerte sentir la amnesia que siente Inés durante las 159 páginas de la obra.

Es por ello que la recomiendo a todo aquel que lea estas palabras, pero sobre todo a aquellas personas con dudas sobre si su situación actual (trabajo, pareja etc.) es la que en verdad quieren o la que se mantiene a causa de motivos (familia, sociedad, dinero, miedo, etc.) que impiden encontrar la senda que nos lleve a conocernos (por lo menos un poco mejor) a nosotros mismos. Porqué después, cómo dice Inés:

“Cuando cambiamos, olvidamos los motivos que nos llevaron a guardar algo en nuestra caja de madera”.

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-[Si tuviera que elegir una canción para esta historia sería «There is an end» de los Greenhornes (es soundtrack de la película «Broken flowers» con la voz de Holly Golightly),  porque todo final trae consigo un principio]

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1 comentario

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Una respuesta a “LAS REGLAS DEL OLVIDO, de Isabel Garzo

  1. ¡Gracias por estas palabras y por recomendar Las reglas del olvido! Un abrazo.
    Isabel

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